Intro:
Desde que tristemente falleciera hace unos diez días o un poco más, he estado desencapsulando mis experiencias junto a él y meditando a diario por que su alma trascienda y encuentre la luz eterna. Me vino a la memoria un acto heroico (o así lo consideraría un niño de doce años) que mi tío efectuara el día de mi primera comunión; este relato tiene que ver con esa celebración obligatoria para los católicos -en nuestro país- que tanto añoran los infantes, cuando aún no la llevan a cabo y el heroico acto de rescatar mi anillo de oro centellante de 24 -kilates, que me regalara mi padre con al fierro de F y J con motivo de la ocasión.
Tuve mucho contacto con mi tío Pis cuando tenía corta edad, desde los 3 o 4, hasta ahí llega mi memoria y que tiempo después se rompió el encanto que existía entre nosotros provocado por mi exesposa. Pero continuando con mi tío, la relación entre nosotros fue bastante intensa y enriquecedora, desde mi punto de vista. Aprendí mucho de él en cada ocasión que nos vimos, recuerdo que frecuentamos más entre las familias en edad de adolescencia, hasta hace unos cuantos años que él decidió retirarse y vivir en “santa paz”, serían sus palabras, en algún lugar de California. En mis primeras experiencias de vida, a los cuatro, fui su compañero de viaje cuando iba a visitar a su novia, quien después se convertiría en su querida esposa y madre de mis tres adorados primos. Siempre había alguien en casa de mi tía que me entretuviera con algún juego, pero particularmente me atraían unos imanes que me prestaba Rudy, uno de sus hermanos con los cuales jugaba por horas atrayendo y retrayendo, jalando y juntando clavos.
Antes, ningún niño nacido católico podía elegir si realizar ese acto de comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, era una obligación de un buen católico, recibir los misterios de la iglesia con todas sus ilustraciones sobre la vida de Jesús. Las familias paterna y materna eran muy creyentes, aunque me da la impresión que la paterna, acercada mucho más a la iglesia.
Y los niños siempre tenían esa curiosidad de convertirse en practicantes y recibir su primera hostia consagrada. Era un paso más hacia el normal “crecimiento” dentro de la sociedad, empezando a hacer cosas mejores en todos los terrenos, casi adultos. O más cerca de serlo.
No está por demás mencionar que nuestro entrenamiento o adoctrinamiento (mío y de mi hermana), se llevó a cabo en una zona de San Ángel en la Ciudad de México. Fue dentro de un convento muy bonito donde las monjas nos dieron todos los elementos necesarios para realizar esta confirmación de los preceptos (que los niños deben aprender para ser buenos católicos), en sesiones de todo el día durante unas tres o cuatro exposiciones. Podría decirse que cumplimos con aprender todo lo que debíamos saber antes de la celebración. Los mandamientos, los sacramentos, obligaciones como cristianos y toda la metodología del evento que se llevaría a cabo posteriormente.
Entorno
La hacienda de San José de Vistahermosa es un lugar fantástico. Está localizada al sur de la entidad en el municipio de Xoxocotla con temperaturas que fluyen entre los 30 y 40 grados centígrados a lo largo del año, teniendo poca variación durante la temporada de invierno que se supone, podría ser más fresca. La descripción que se exhibe en las redes electrónicas es “Una antigua hacienda azucarera del siglo XVI, que fue fundada en 1529 por Hernán Cortés, conquistador de México, Señor y Capitán de la Nueva España y de los Mares del Sur”…. cumple apenas con un boceto a mano del espacio que estamos a punto de visualizar.
Sigue así:
Careciendo de hierro y madera, fue construida de piedra con las proporciones de una fortaleza, rodeada de colosales muros, incluyendo en sus dominios al edificio residencial, caballerizas, establos, y las magníficas instalaciones de piedra usadas en la refinería de azúcar. Las paredes de 6 pies o 183 centímetros de espesor, con sus recios arcos en clásico estilo romanesco (o virreinal) dan a entender que los constructores no desconocían los peligros a los que estaban expuestos.
Enormes jardines muy bien conservados con todo tipo de árboles y plantas, palmeras milenarias, Tamarindos esplendorosos y anchos, muy anchos, brindaban unas sombras protectoras y relajantes. Uno de ellos en la explanada del lienzo charro cerca de las gradas, me lo imagino por sus dimensiones. Todos ellos en enormes extensiones, que si entrecierras los ojos las verías todas esmeralda, como olas del mar, calmantes, hipnotizantes. Las fechas son cercanas al fin del año por ser un poco más cordial su temperatura. Y es que los trajes de charro son hechos de lana, gabardina o jerga gruesa que constituían un ensamble de chaquetilla y pantalones para los actores principales, los charros de Vista Hermosa.
A la entrada a la Hacienda de San José de Vistahermosa se llegaba a través de una carretera muy angosta que, en tiempo de lluvia, se ponía insoportable transitarla. Toda se deformaba por el calor más la humedad, el pavimento se hacía como chicle semejando negros grises cafés con amarillo , olanes que desprenden de otra superficie chiclosa, son sus protuberancias tras el paso de los camiones llenos de caña de azúcar, salteada con agujeros y baches enormes, pequeñas lagunas de la lluvia en todo el trayecto; es la misma vía que lleva al hermoso lago de Tequesquitengo, a unos 4 kilómetros más de este acceso, destino turístico del estado.
Como a unos 10 kilómetros del entronque con la carretera a Jojutla, iniciaba el camino empedrado rumbo a la hacienda. La entrada a la enorme propiedad tiene un arco de ladrillos y mortero en sus columnas, sostenido con tres arcos siendo el de en medio más alto con el nombre de la hacienda y una montea, una campana mediana como para pedir acceso; restos de una estación de gasolina y diesel detrás de unas láminas, impidiendo el paso, que en su momento funcionó y donde aún se vislumbran algunos elementos de los treintas, una bomba de surtido de las antiguas, esas bombas rojas de museo que alguna vez funcionaron hace mucho tiempo para las carretas que transportaban la caña al ingenio donde se le convertía en cualquier cosa, fibra, alcohol, azúcar o veneno. una lámpara estilo Decò, eran algunos detalles de cuando fue construida. Había que pasar de frente por un entorno lleno de casas rústicas hasta otro arco más pequeño donde iniciaba la propiedad. Otro arco de tres niveles con una campana en la parte más alta. Al entrar, del lado derecho existían una serie de edificaciones de un solo piso, cabañas, suites y bungalows muy bien acondicionados entre los cuales, dos grandes espacios de tierra suelta, donde habitaban unos 10 venados, machos y hembras, dentro de esos grandes y rústicos corrales de madera, cercados por unos travesaños delgados en dos niveles alrededor de toda el área. Pudieron ser inclusive unos anchos bambús usados para tal propósito. También existían dos Cozcomates^ de tamaño mediano, unos cuatro metros de alto, originales; eran unos espacios cerrados hechos con barro y hierba seca usados para conservar el maíz originarios de Morelos y estaban construidos de esa manera especialmente para evitar que los animales se dieran sus banquetes. Levantados del suelo y con acceso solo a través de una rústica escalera.
Este primer camino originalmente tenía rieles para que los vagones entraran y salieran llenos de la caña rumbo a su final feliz, ahora ya no. Se les abastecía hasta el fondo de este camino, a unos quinientos metros de la entrada principal donde se encontraba el trapiche. Una construcción monumental de piedra y mortero donde entraban los vagones librando con sus dimensiones para retacarlos con caña, que después servió de techo a varias camionetas de los charros, que ahí decidían estacionarse para bajar a sus animales.
Rodeando esa extensa área con enormes árboles, estaba el casco de la hacienda. Al otro extremo, amplias áreas verdes con piscinas y búngalows para visitantes. Un salón de recepción de dimensiones gigantescas con una colección de carruajes de antaño llenando la sala, eran unos 8 o 10 diferentes que desde las primeras veces que estuvimos ahí nos gustaba subirnos a simular que íbamos a toda velocidad llevados por caballos galopantes en los caminos empedrados o terrosos del siglo XIX. Los pisos de piedra caliza todos negros unidos con líneas blancas perfectamente encerados, brillantes, impactaban por su cuidado brillo, reflejo de la luz que penetraba por los costados a través de unos enormes arcos al exterior. Las columnas internas de este gran salón eran estilo románico formando arcos en los remates de cuatro piezas.
A la mitad de la hacienda se conserva un pasillo central impactante a la vista, flanqueado por gigantescas palmeras, que conduce por un extremo, al lienzo charro, caballerizas y corrales; me pareció una manera muy adecuada de distribuir las áreas de la construcción que cuenta más de quinientos años de su existencia.
Desde los 4 años este lugar fue una fuente de inspiración y aventuras para mí; siento que lo disfruté al máximo. Empecé a conocerle desde entonces y no me asustaba pasear entre las mazmorras de los presos, que se ubicaban entre la gran estancia y la zona del restaurante debajo del nivel de tierra, son unos 50 metros de distancia aproximadamente; las recorría varias veces al día y también de noche. Eran unas ochenta celdas donde se castigaban a los peones o campesinos desobedientes: inundaban los capataces desde el piso hasta el techo, dejando solo unos pequeñísimos espacios por donde entraba la luz y el aire y muchos de ellos perecían bajo estas condiciones. Tenía varias bifurcaciones debajo de la superficie, corredores angostos apenas iluminados, fríos y húmedos hasta los huesos. Pero a pesar del entorno con su vibración de sufrimiento y muerte nunca me proyectaron energías malignas, para mí siempre fueron un juego más, otro escondite de mis amigos cuando jugábamos a perdernos.
Recorrí sus enormes jardines, fantásticas carrozas de antaño que pertenecieron a los dueños, formadas en un espacio o explanada interior cobijadas por los arcos que sostienen la construcción del casco. Las habitaciones del hotel se encuentran también en esta sección, aunque el hospedaje se da en varios sectores de la propiedad. Detrás del lienzo por ejemplo, hay una zona donde se construyeron varias habitaciones, inclusive una suite nupcial que contaba con una piscina interior revestida toda de mármol blanco. Un privilegio haberla disfrutado.
Espectacular conjunto de edificaciones para celebrar. Simplemente el casco de la hacienda era impresionante. Como un buen ejemplo menciono los festejos de las fiestas patrias, el Grito de Independencia, alguna boda con espectáculo ecuestre, diversos eventos que recuerdo haber visto y también participado, que se llevaron a cabo usando estas instalaciones.
El pequeño lienzo charro servía muy bien para la realización de cualquier tipo de festejos, eran el motivo principal para estar ahí, a costa del que se hicieran las charreadas y celebraciones de estas y otras fiestas; en este lugar al centro del ruedo, descansan parte de las cenizas de mi padre, lugar que tanto quiso y disfrutó. Contaba este lienzo charro con palcos, gradas, toriles, ensilladero, caballerizas, corrales; un bar bastante bien habilitado, con un par de muros dedicados a los toros de lidia, con una barra de piedra negra y madera en su cubierta; unas cabezas de astados fijadas al muro con aspect amenzante, que era un espacio dedicado a los toros de lidia tradicionales, y que pasaron a la historia como “nobles ejemplares” con aspecto amenazante, intimidante; una barra de cantina estilo campestre; éste era un espacio donde los charros terminaban sus faenas con unos whiskys, vodkas o rones, ni el tequila ni el mezcal estaban de moda, pero si se ponían bien contentos.
Asistentes:
Para un acontecimiento de tal magnitud, mis padres por delante de todos los demás charros de la asociación y algunos otros invitados, decidieron hacer un festejo a lo grande. Con charreada -escaramuza incluida-, mariachi, bufete, barra libre y hasta al obispo de Cuernavaca Sergio Méndez Arceo, un buen amigo de mi padre, fue convocado… para bendecir la hacienda y asistir como testigo de nuestra fe cristiana. Los niños tendríamos todas las instalaciones para nosotros en cuanto terminase el protocolo, pero había que mantener la percha; no desbordarse en querer abarcarlo todo, ya que para el hotel sería un día especial pero tendrían ocupación de algunas habitaciones como era lo acostumbrado.
La asociación de charros a los cuales pertenecíamos se llamaba ni más ni menos, Charros de Vistahermosa. En aquella época no se estilaba ser charro profesional, por lo que muchos provenían de otras agrupaciones donde se habían formado. Varios de sus integrantes pertenecieron en otras entidades, de Yautepec, Cuautla, Zacatepec. Los charros de Vistahermosa «éramos» buenos en varias suertes o faenas del campo, a nivel nacional. Éramos es un decir, porque a mi edad, solo desfilaba en las celebraciones y practicaba la suerte de ·colas· como también llegué a realizar la suerte jineteo de yeguas con algo de éxito a los seis en una competencia oficial, por mencionar una de mis habilidades.
Algo que aún hoy me parece extraordinario fue sin duda la presencia de hermosísimas mujeres que me tocó ver en esas épocas (que seguro no se repetirán), por lo que hay que agradecer al universo. Verdaderos monumentos de pies a cabeza, mujeres de múltiples nacionalidades; sobrecargos de aerolíneas alemanas, holandesas, suecas, inglesas o danesas se hospedaban ahí para descansar algunos días antes de volar de nuevo, lo cual fue determinante para mí a esa edad, las mujeres más bellas que había visto en mi corta vida.
Luminosos
Mi tío fue un ser sensacional. Titulado de la Universidad Nacional Autónoma de México como licenciado en derecho. Dentro de la UNAM colaboró impartiendo clases de natación y clavados, super deportista siempre, aunque pagó con creces su novatada del futbol americano; también, a través de las leyes y parientes, conoció a todo el mundo del gobierno y de la farándula, lo que lo llevó a esferas de la política muy reservadas. Desde el secretario del secretario hasta los ministros, gobernadores, senadores, presidentes. Era una época que la historia del país la narraba un solo partido, el mismo que mantuvo la paz y procuró la democracia a costa de cualquier método permitido o inclusive rebasando a la autoridad. Lo mismo, pero menos dañino que lo actual. Sus amigos senadores y generales del estado mayor siempre lo arroparon cuando estuvo en aprietos.
Su apodo o sobrenombre universitario, “el Hombre VanHeusen”, ya que durante una temporada fue actor de televisión, principalmente anunciando esta marca de camisas. Así lo conocieron los del equipo de futbol americano y la comunidad estudiantil por lo que se le quedó durante toda la academia.
Supe que estudió en la UNAM porque tengo guardado en la mente el recuerdo de la llegada a casa de los abuelos, después de la salvaje novatada de la que nadie se escapaba. Uno de esos días que mi padre me dejaba en casa de la abuela y regresaba a Cuernavaca sin mí, haciendo sufrir a mi santa madre; recuerdo a Pis sentado en la sala, descamisado; solo de revés lo llegué a ver, mientras un par de mujeres, mi abuela y mi tía la mayor, le sobaban la espalda con alcohol en todas las laceraciones e inflamaciones que presentaba en su espalda, después de la “caída” a la alberca desde la plataforma de diez metros. Empujado por sus compañeros del equipo, claro.
Siempre quiso y admiró a mi padre durante su vida, se seguían a todos lados, trabajaron juntos en varios proyectos, urbanísticos y sociales, políticos también. Mi percepción muy personal es que se guardaban enorme cariño y respeto entre los hermanos y se ayudaban mutuamente cuando la situación era apremiante. Finalmente, es de suponer que, en una vuelta para montar a caballo, lo convenciera mi padre para que se hiciera charro. Montaban buenos animales principalmente cuarto de milla. Le gustaba el ambiente familiar de estas competencias y posteriormente trajo a toda su familia a la asociación y a los eventos ecuestres que se organizaron en varias regiones del país. Aún ahora ausente, sigue siendo un fiel aliado de mi hermana.
El festejo pasó casi de noche para mí, solo recuerdo el haber recibido el cuerpo de Cristo para después dar rienda suelta a nuestras inquietudes como niños que éramos. La capilla donde se llevó a cabo la comunión sigue brindando servicio cuando se requiere, una pequeña iglesia enclavada en la zona del casco, a un costado de la entrada principal al restaurante, con sus criptas de personajes pasados e importantes para la historia del lugar.
Uno de los más preciados regalos que me dieron fue un anillo de oro de 24 Kt con el “fierro” de la F y la J unidas, pieza que no ajustaba del todo en mi pequeño dedo anular de la mano derecha, quedaba muy flojo, pero ese no fue pretexto para que no me lo pusiera.
Al terminar la ceremonia le siguieron los eventos ecuestres, todos vestidos y ataviados a la usanza que correspondía en la festividad. Hubo de todo, hasta recuerdo unas pruebas de pericia y dominio del equino, poniendo unas argollas pequeñas sobre una cuerda para que al pasar galopando se engancharan en unas varas de membrillo que nos facilitaban los mayorales; yo logré atrapar una solamente, pero en realidad se trataba de una actividad para los adultos, ya que me costó mucho poder engarzar una argolla con listón verde en mi delgada rama, principalmente por la altura a la que se encontraban sostenidas sobre la cuerda que atravesaba todo el lienzo desde el extremo donde estaba la audiencia hasta donde terminaba el pasillo, donde regresaban los novillos a la corraleta, a todo lo ancho de la manga. La escaramuza destacó por las suertes que ejecutaron las amazonas, vestidas con traje de adelitas color morado brillante, con remates de costuras blancas en la falda, mangas y cuello, haciendo unos peines en el ruedo a toda velocidad y rallando la montura a medio lienzo para terminar su actuación. Todo el público asistente aplaudía y festejaba la ocasión, una fecha que no se repetiría en toda la historia de la propiedad.
El momento culminante de la participación de Pis en esta historia, sucedió cuando nos encontrábamos jugando cerca de los toriles. Nos aventaron un balón que todos queríamos patear, se habilitaron unas porterías temporales con un par de piedras de cada lado muy cercanas a las gradas. El balón rodaba y todos corríamos de un extremo al otro queriendo anotar, persiguiéndolo alegremente. Pis se encontraba en ese momento en el mismo equipo que yo, solo que en un momento de excitación mi precioso anillo anhelado salió volando de mi dedo y fue a caer dentro de unos corrales donde estaban las vaquillas y toros de lidia. Entre la tierra, piedras, mojones, pude alcanzar a ver a dónde había aterrizado, increíble, había quedado a unos dos metros de uno de los burladeros dentro del corral. Mi ansiedad creció y comencé a pedir ayuda para recuperarlo, era imposible que yo tratara de hacerlo, no me lo permitían por el riesgo que implicaba saltar desde las gradas al pequeño cortijo donde, según yo, alcanzaba a ver su brillo, aún entre tanto polvo y tierra. Era mi más anhelado regalo de primera comunión, cuyo protagonismo no podría pasar desapercibido. Ni olvidado como una anécdota más.
Justo en ese momento, me pregunta si todo estaba bien y con solo verme la cara, se acercó hasta donde me quedé petrificado.
Pis se asoma desde el balcón, buscando alguna señal de dichoso anillo totalmente incrédulo de que se encontraría, así de sencillo. Con las dos manos asido a la herrería de las tribunas, ¡gira desde arriba con mucha agilidad, para caer detrás del burladero! Aún sin haberlo localizado, caminaba de acuerdo a lo que le orientábamos, él aún no lo veía, era una pieza muy pequeña aunque yo sí podía ver desde arriba, increíble.
Espantando y amedrentando a los novillos, se acercó despacio a donde le indiqué hasta tenerlo justo a un paso, sin haberlo reconocido de inmediato. Finalmente y después de milimétricas indicaciones, lo levanta limpiando la tierra que le quedaba en su interior y regresa a la orilla del burladero para completar su hazaña trepándose como un auténtico atleta de nuevo a las gradas. Antes de entregármelo me dijo solamente: Por favor cuídalo y si no te queda, guárdalo para cuando crezcas.
Su heroísmo fue tan importante para mí que solo este hecho, es un excelente motivo para recordarlo.
A propósito, el apodo de PIS fue adoptado por ser la primera palabra que pudo pronunciar antes de cualquier otra, «pis pis» decía.
Fin.