Recién llegado de Lima y Cusco fui despedido de mi trabajo, era febrero de 2020. Una muy seria decisión de mi examigo forzado por su socio o alguna otra razón muy poderosa. Esto fue, en lugar de ayudarme en momentos de zozobra y sin recursos, la diseminación de angustia y desolación. Un buen amigo, Pablo M. quien había tenido una experiencia fuerte con mi exjefe, decía que “había enseñado el cobre” o algo más pulcro, “se portó como un criado”.
Ahora siempre enfoco la situación más negativa como una necesaria experiencia que tuve que vivir para crecer, en varios sentidos. Pero en esos momentos, sí entra la desazón como si perdiera uno la orientación. La meditación me ayuda mucho en esos y otros momentos aún más graves, recomiendo practicarla diariamente.
Cuando inicié mi trabajo en esta imprenta, realizaba una actividad que tenía toda mi atención porque se trataba de vender a la UNAM todo tipo de publicaciones y productos impresos de la imprenta donde laboraba tomando en cuenta que en enero apenas arrancaban las facultades solicitando material de impresión. La labor era muy interesante. Conocí a muchísima gente, desde los conserjes, secretarias y mensajeros, hasta los directores de carreras, de bibliotecas, maestros y doctores, centros de investigación o instituciones educativas asociadas, afiliadas o integradas en proyectos, que la universidad tiene con mucho movimiento ya que andar y andar los caminos de la universidad es hablar de muchos kilómetros abarcados; una verdadera maravilla, espectacular, con una mirada fugaz te das cuenta de los detalles que describo.
Me gustaba mucho esa actividad, ejecutivo de cuentas especiales, porque tenía mucha interacción personal desde los jefes de departamento en las facultades, institutos, posgrados, centros de investigación, como también en las áreas administrativas de todos ellos; mi puesto era en realidad, asesor de ventas, representación exclusiva para la Universidad Nacional, UNAM. Caminaba más de un kilómetro diario y en algunas ocasiones hasta 4. Las distancias son enormes pero muy bien recorridas, como gerente de operaciones, vamos. Los paisajes del entorno son suficiente recompensa.
El viaje a Perú había servido como parte del duelo por el fallecimiento de mi madre unos cuantos meses atrás (para ser preciso el 29 de julio de 2019); estaba muy reciente su partida y me encontraba con las energías muy averiadas y desgastadas, por lo que tuve a bien desengancharme de mi rutina, intentando coexistir en otros ambientes y situaciones diversas, desde un encuentro casi improvisado con un escultor brillante – ya expuesto en otro ensayo aquí en el blog- hasta lo energetizante que resulta el poder saludar a una alma tan vieja como uno mismo y que conozco desde los seis años de edad, me refiero a mi amigo de la infancia el niño David.
De esa manera podría recargar las baterías para regresar con ímpetu a mi asesoría de la UNAM, tomando en cuenta que en enero apenas arrancaban las facultades solicitando material de estudio, investigación o reimpresión de algunos volúmenes ya publicados por la institución.
Con todos aquellos quienes tuviera la oportunidad de conversar fuese en recorrido o área de recepción de cualquier instituto o departamento así lo hacía. En esa gran institución llevé una buena relación desde el rector (a quien casualmente por primera vez pude saludar afuera de la Dirección General de Asuntos Escolares en el circuito exterior de la UNAM, él descendiendo del PumaBus como cualquier universitario y yo en la misma estación, esperando otra ruta, me saludó y sonrió como si nos conociéramos de años). Con doctores, maestros, empleados y encargados tuve que ver para ofrecerles la impresión de libros, folletos, cuadernillos, carteles, productos promocionales. Pero principalmente me gustaba ese trabajo por el entorno que es maravilloso; por donde caminara uno habría algo que admirar, árboles milenarios o sea un edificio con diseños interesantes, una escultura, espectaculares murales, la roca basáltica combinada con flores y naturaleza en sus alrededores a donde la luz es más intensa -es sensacional-, lleno de magueyes insertados entre las rocas y la flora, todo muy bien cuidado a pesar de las multitudes que se llegan a apreciar en horarios pico para el transporte o salidas de clase. Por lo general la recorría en el transporte de la universidad, el llamado PUMABÚS que prácticamente lleva a todos lados dentro del campus y luego a pie. Tienen más de 15 rutas y algunas se saturan con frecuencia por la gran cantidad de alumnos, docentes, investigadores, promotores, visitantes de otros estados y países que vienen a realizar algún trámite de acreditación o revalidación para las instituciones afiliadas al plan de estudios que rige prácticamente a toda la república mexicana.
Con el personal de la empresa editorial tuve una excelente relación con todos los empleados, nunca fui más importante que el conserje ni del especialista en flexografía. Sentí, y doy gracias al Universo, que fui una persona amable, hasta fraternal con cada uno de ellos y sin exagerar procuré personalizar mi contacto con cada uno, pero seré hasta tristemente recordado.
En ése mi trabajo el cual que ya no lo era más, tuve a un amigo quien era el director general, el que me ofreciera en un inicio la oportunidad de colaborar y el que posteriormente, me eliminó de esas y otras actividades que había desarrollado durante dos años. Él ocasionalmente se mostraba bondadoso y me invitaba a comer sabiendo que mi economía no me permitía hacerlo en esos lugares a los cuales él tenía pleno acceso y nunca me pidió dinero para completar el pago, claro. Conviví con él de manera fraterna, afectuosa, podría decir que, cariñoso en su trato. Tenía muy buen concepto de él por conocerlo de muchos años en un grupo social denominado La Pléyade. Siempre cordial, generoso y empático hasta donde recuerdo. Nunca tuve un desacuerdo con él durante tanto tiempo. Pero desafortunadamente tenía un socio con una actitud revanchista, de esos seres que durante su crecimiento o educación no conociese el significado de la compasión en ninguna de sus maneras. De edad media, alrededor de los 40’s, no se le conocía ninguna pareja, fuese hombre o mujer que estuviera dispuest@ a aguantarlo. Debo de confesar que al llevar la filosofía budista me es complicado juzgar a la gente en general. Ya era bien sabida, entre los subalternos, su falta de calidad humana para los empleados que laboraban en las dos empresas que controlaban; la prepotencia de ser jefe, una era la imprenta digital y la segunda era una proveeduría de insumos para las industrias empacadoras (cajas, etiquetas, empaques) de cualquier tipo de productos de consumo. Nadie tenía una buena relación con él porque usaba la vieja manera de tratar a los subalternos, despectiva, misógina, impositiva y hasta en algunos casos, insultante o degradante. Pero, era sobrino de mi examigo además de su socio, lo que hacía más difícil confrontarse con la autoridad máxima, siempre sería error del subalterno, como sucedía en realidad o así sucedía a diario. Es verdad que yo no tenía mucho contacto con él pero su jefe le pidió que me utilizara de mejor manera en varios asuntos, a lo que yo accedí porque podría significar un aumento de sueldo o de posición. Pero eso fue otro cuento.
En los momentos previos a mi viaje, me encontré con su socio-sobrino R., a quien brevemente describí, de esos seres que durante su educación no encontrara la compasión en ninguna de sus maneras, un ser que había dejado de ser interesante o peor aún, cariñoso, empático quizá por problemas familiares, qué se yo, esa impresión me causaba tampoco puedo asegurar. De edad media y estatura media/alta, alrededor de sus 30’s; presumía que sabía mucho y era verdad que conocía hasta los últimos detalles de las imprentas y la las cartoneras, o fábricas de cajas que requieren rotulación exterior e interior y que en la empresa se elaboraban los medios (acetatos, lámina para offset, pasos previos) para muchas empresas. De su industria era muy conocedor, bastante nervioso, fumaba, menos que antes (eso decía para disculparse), pero eran unos cinco al día en promedio, aunque a su jefe y socio, éste mi examigo, le decía que ya lo había dejado por completo. No se le conocía ninguna pareja “de planta”, por decirlo así, fuese hombre o mujer que estuviera dispuest@ a tolerar sus modos. O a lo mejor era la otra cara de la moneda, un ser cariñoso, bondadoso, afable, simpático y cordial. En la planta era bien sabida su neurosis y su falta de “un buen trato”, con calidad humana, entre los empleados que laboraban para las dos empresas que controlaban, solo se suavizaba por decirlo así para las fiestas de Navidad y Año Nuevo. No dejaré de reconocer su alto grado de conocimiento en las artes gráficas y suministros para la industria de empaque y embalaje, es de admirar que mucho de lo que aprendió se lo ganó con su lealtad, trabajo, esfuerzo, los viajes a la exposición alemana de artes gráficas más famosa del mundo (La Drupa) y la cantidad de dinero que traía a la compañía con su labor. Mucha experiencia y conocimiento en la materia pero, en el rol de ser jefe, con prepotencia para dirigirse con sus empleados de ambas empresas, la imprenta digital, la segunda era una proveeduría de insumos para las industrias empacadoras (cajas, etiquetas, empaques) de cualquier tipo de productos de consumo. Hasta donde pude atestiguar, nadie tenía una buena relación con él porque usaba la vieja manera de tratar a los subalternos, despectiva, misógina, impositiva y hasta en algunos casos, insultante o degradante. Me da la impresión que nunca concibió que, a mi edad, me da todavía para muchas cosas, pero que llegar a las nueve a trabajar en un extremo de la ciudad para luego ir a vender al otro extremo (estamos hablando de más de dos horas promedio en el trayecto) era poco flexible, agotadora, peligrosa a la hora pico. Pero, era sobrino de mi examigo además de su socio, lo que hacía más difícil confrontarse con la autoridad máxima, siempre sería error del subalterno, como sucedía en realidad o así sucedía a diario. Es verdad que yo no tenía mucho contacto con él pero su jefe/socio le pidió que me utilizara de mejor manera en varios asuntos, a lo que yo accedí con gusto porque podría significar un aumento de sueldo o de posición, como también debido a la falta de ventas con mis clientes, todo UNAM -incluyo institutos de investigación en otros estados- entró en la etapa de la Cuarta Transformación de nuestro partido en el poder… se le retiró de golpe 50 % de su presupuesto anual por instrucciones del presidente de la república afectando a millones de proveedores, trabajadores contratados temporalmente, procesos de investigación truncados, todo así..
Cuando inicié mi trabajo en esta imprenta, realizaba una actividad que tenía toda mi atención porque se trataba de «vender» todo tipo de publicaciones y productos impresos de la imprenta donde laboraba, tomando en cuenta que en enero apenas arrancaban las facultades solicitando materiales de impresión y en esos momentos regresaba de mi sano y raparador viaje de tierras incas.
La labor era muy interesante. Conocí a muchísima gente y con todos tuve que ver, desde los conserjes, secretarias y mensajeros, hasta los directores de carreras, de bibliotecas, maestros y doctores, centros de investigación o instituciones educativas asociadas, afiliadas o integradas en proyectos, que la universidad tiene, con mucho movimiento ya que andar y andar los caminos de la universidad es hablar de muchas áreas consideradas; una verdadera maravilla; espectacular, con una mirada fugaz te das cuenta de los detalles que describo.
Sin embargo las cosas fueron tomando su curso de acuerdo a lo que ellos tenían pensado. Tuve varias obligaciones que traté de cumplir al cien. Entre otros proyectos, me encargaron hacer correcciones a la página corporativa de internet para lo cual tuve el apoyo de un amigo especialista en plataformas en la Red; pero a la mitad del proceso, los dos dueños se eximieron de colaborar con la rehabilitación del sitio por “no tener tiempo” y podríamos agregar que también “desconocimiento” del funcionamiento en la red de redes. Me coartaron para seguir participando del proceso debido a una llamada de atención que les envié por correo haciendo alusión a su falta de seguimiento y colaboración en los cambios sugeridos por el especialista, quien esperaba su consentimiento para continuar y el esperado sitio nunca llegó ni se concretó; cabe señalar que mi examigo el dueño de la imprenta digital y la de flexo, tiene un nivel de tecnología muy bajo (en cuanto a comunicaciones, internet, la nube y otros temas, hace unos cuatro años todavía batallaba) y el no comprender cómo se hacen las cosas derivó en “no hay presupuesto”, nunca cuestionado al inicio del proyecto y ya aceptado la cotización inicial, para algo que es vital en estas épocas; tuve que abandonarlo a la mala, un día sin más me pidió mi examigo que no volviera a integrarme a ese trabajo. Y así fueron surgiendo “peros” con todo lo que yo hacía, había más obstáculos para continuar, que aliento para seguir creando, vendiendo, configurando y adaptando. También por mi lealtad a la empresa le diseñé una campaña en redes sociales. en los buscadores más populares la cual permaneció hasta hace seis meses que decidí eliminarla, eso sin duda le brindaba mayor interacción con prospectos que llegaban por esa vía y si funcionó, no hubo reconocimiento ni comentario alguno.
Es cierto que en contadas ocasiones me tuve que escapar de la supervisión de Rodrigo porque nunca entendió que tenía que viajar a Cuernavaca durante algunos días de la semana para estar con mi gata; tristemente, ella recién fallecida hace un mes y porque sigo viviendo aquí, había que darle de comer después de dos días de ausencia. No se puede pensar en tener mascotas sin darles la atención y cuidado que se requieren para que estén sanas, queridas y sin estrés por un lado; y por el otro, creo que una persona de mi edad está en capacidad de determinar lo que sirve y lo que no a un empleo, como por ejemplo, llegar a las nueve en punto a Vallejo (ya en el Estado de México) para después continuar con mi labor en el extremo sur de la capital en Ciudad Universitaria, ensartado en un proceso de transporte colectivo por más de dos horas diarias para no tener buen desempeño en la promoción y ventas. Todo movimiento o traslado repercute en las distancias y en este caso, hablamos de ir desde el punto más al norte de la ciudad conurbada con el estado vecino, hasta la más alejada ubicación en el sur de la megalópolis.
Me sentí muy mal después de haberlo dejado –o de que me hayan eliminado de la empresa- porque, mi manera de pensar era que, por ser mi amigo el dueño de estas compañías, tendría o mostraría un poco de compasión dada mi situación laborar (nada fácil a los 64 años) de quedar desempleado. Sin embargo fue lo contrario, cayó en falsedad de declaraciones, usando un término legal. Él me había prometido que si no me acomodaba con otra rama de sus actividades que era la flexografía (al bajar las ventas de la universidad) me regresaría a mi puesto de asesor de cuentas especiales; pero no fue así. Puras promesas incumplidas del jefe a su subalterno. Yo era el único ejecutivo que estaba dedicado a esa enorme cuenta por convenio con mi exjefe y por lo tanto, ahí terminó mi labor. Indudablemente que del dicho al hecho, faltó cumplir con lo que había prometido por lo que me soltaron la rienda y me echaron de su organización. Era el momento de vivir el duelo de la pérdida más en mi vida.
De mi liquidación por dos años de trabajo fueron escasos 5 mil pesos lo cual se me hizo irrisorio; y no es que mi sueldo fuera mucho, realmente se trataba de una «iguala» -más las comisiones de venta- que de alguna manera sufragaba mis gastos de ir y venir de Cuernavaca a México y viceversa, por lo menos tres veces a la semana. Pero nada más, no era suficiente para poder sobrevivir con esa cantidad entre viajes, comidas, gastos múltiples durante mi estancia en la capital y durante todo ese lapso, tuve que solicitarle a mi hermana (en custodia de la herencia de mi madre), que me completara mis gastos para así rentar un pequeño departamento propiedad de mi querida geminiana de Los Ángeles (aprovecho para agradecerle a mi amiga su compasión y benevolencia) y así acortar mis traslados durante todo ese tiempo. Me pareció increíble que la posición de él, mi examigo, fuera tan dura, sabiendo que me quedaría sin ninguna entrada y que solo podría disponer de mis ahorros de Nueva York, la dichosa herencia de mi madre. Pero como dice un amigo mío con el cual tuvo también diferencias: «sacó el cobre y se vio como un criado», porque después de más de 30 años de amistad, prevaleció mucho más su estado financiero y salud empresarial que la vida y obras de su exempleado y ahora, examigo. Su visión es convertirse en el líder de la Pléyade. El dinero le habla al oído.
Fin de la segunda entrega.