Descubrí a Kavafis en las épocas más difíciles de nuestras vidas. Un bálsamo en mi camino, gracias.
Los caballos de Aquiles
(1897)
Cuando vieron muerto a Patroclo,
que era tan fuerte, joven y valiente,
los caballos de Aquiles comenzaron a llorar;
su naturaleza inmortal se indignó
al contemplar esta obra de la muerte.
Sacudían las cabezas y agitaban sus largas crines,
golpeando la tierra con las patas, y lloraban a Patroclo,
al que sentían inanimado
una carne ahora mísera, su espíritu perdido
sin aliento,
devuelto desde la vida a la gran Nada.
Zeus vio las lágrimas de los caballos
inmortales y se condolió. “En las bodas de Peleo
—dijo— no debí actuar tan imprudente.
¡Mejor que no hubiera dado mis caballos,
infelices! Qué tenían que buscar allá abajo
entre la vana humanidad que es juego del destino.
A ustedes que no acechan la vejez ni la muerte,
los atormentan males efímeros. Con sus desgracias
los mezclaron los humanos”.
Pero lágrimas seguían derramando los dos nobles animales
por la desgracia sin fin de la muerte.
Konstantino Kavafis