- Mirilla, (Del dim. de mira).
1. f. Abertura practicada en el suelo o en la pared que corresponde al portal o a la escalera de la casa, para ver quién llama a la puerta.
2. f. Ventanillo de la puerta exterior de las casas.
3. f. Pequeña abertura circular o longitudinal que tienen algunos instrumentos topográficos y que sirve para dirigir visuales.
Una mirilla es un instrumento que se introduce en las puertas de acceso a las viviendas para poder ver a través de ellas.
Las mirillas son elementos que se utilizan por razones de seguridad con objeto de conocer quién se encuentra en el exterior del domicilio antes de abrir la puerta. Consiste en un pequeño trozo de vidrio o plástico transparente que adopta la forma de lente gran angular u ojo de pez de modo que la persona que observa consigue una amplia visibilidad. El ángulo de visión suele alcanzar los 132º grados aunque existen mirillas más amplias.
La mirilla se coloca en el centro de la puerta a la altura de los ojos y se comercializa junto con la propia puerta. Está diseñada para proporcionar una visión desde el interior hacia el exterior de la vivienda.
Siempre me he admirado, más de niño, el objetivo de una mirilla. Cuando era pequeño me podía pasar horas enteras asomado detrás de la puerta observando, construyendo historias de todo el que pasaba y lograba ver a través de esta pequeña ventana.
Subía en un banco detrás de la pequeña puerta del apartamento de mi bisabuela María y me quedaba observando por largos periodos a la expectativa de que alguien pasara, miraba con mi ojo derecho el pasillo deformado por la curvatura en el final del artefacto, siempre comenzaba con este ojo y si me cansaba, cambiaba al izquierdo. Era tan efímera mi experiencia, que apenas pasaba alguien que pudiera captar, me sentía triste de no poder mantener la vivencia por mucho tiempo; sin embargo la historia de ese personaje continuaba en mi mente, yendo a entregar un documento importante, noticia de algún pariente que falleció (como a mí me sucede, la muerte me ha rondado desde mi nacimiento, es parte de mi experiencia de vida) y hasta donde llegaría la imaginación de un pequeño e inquieto, de la entrega del periódico o el estado de cuenta con millones en su haber, algún premio del cual no se le había notificado, una carta personalizada de una amante que no quiere ser descubierta, una visita inesperada, son meras suposiciones. Tenía que permanecer viendo hasta que otro visitante en el pasillo llegara caminando en dirección a un departamento contiguo al que habitaba en ese entonces. Como dato curioso, durante un año, tuvimos que cambiar de casa más de siete veces en el Distrito Federal pero solamente en un par habitamos en un departamento con mirilla. Cuando visitaba a la bisabuela me deleitaba en mi soledad si no jugábamos cartas, a crear y practicar mis historias, algunas veces de miedo, otras de peleas, confrontaciones, unas más de visitas inesperadas.
La deformación de las imágenes también me hacía cuestionar si la realidad era así, allá afuera, detrás de la puerta, lejos de mi zona de confort; si al crecer yo podría participar de esta deformación mágica y alucinante de forma activa – selectiva- y lo que sucedería si cambiara de posición, el adentro por el afuera. Pienso que así es la realidad, uno tiene una perspectiva de la vida de una manera personal e individual, a través de una mirilla, acaso transformada por las propias experiencias que la tiñen y la adornan, que la adecúan con los ojos del alma; con las páginas que recorremos momento a momento en nuestra cotidianeidad y con los sucesos más inesperados y sorprendentes.
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