Quisiera cerrar el capítulo de mis entradas y salidas del quirófano o de sendos hospitales por toda la república mexicana con la última intervención que me hicieran, según el diagnóstico que resultó ser de urgente atención, nuevamente.
El colegio Hebreo MS no da vacaciones intersemestrales a sus maestros, ocupan esas semanas de vacaciones para sus alumnos en capacitar a sus docentes en los más nuevos y comprobados sistemas de enseñanza; pedagógicamente suena muy bien, siempre y cuando se asegure su permanencia en la institución para poder ejercerlos. No tendría sentido entrenarlos para luego rememorar de lo que alguien pudo haber enseñado. Mencioné que la materia que yo impartía no les era de vital importancia a los alumnos, hablando de manera general. Su argumento principal es, o era, lo inútil que le resultaría perder el tiempo en estudiar y aprender inglés. Esto debido a que muchos de ellos heredan los negocios de sus familiares sin tener que aprender otro idioma, todos sus empleados lo harían por él y bajo tal perspectiva era una odisea hacerlos pasar esa materia de año en año. Hay que decirlo, también contaban con talleres en salas de cómputo y equipos para desarrollar conceptos angloamericanos muy pedagógicos y entretenidos que apoyaban al docente dentro del aula.
Salíamos ese día del colegio, por lo tanto, más temprano que cuando dábamos clases, con la misma rutina del metro, trasbordo, metro, combi, a pie al final con tiempo aproximado de tres horas, llegué al departamento de mi mamá alrededor de las cuatro de la tarde. Empecé esa mañana con un malestar en el vientre, desde que estuve en el camión del colegio empezó a hacerse más patente. No pude interactuar con mi madre por cuestiones de madre e hijo, pero me sugiere que vea a mi tía la doctora que vive a unas ocho a nueve cuadras del departamento. Estaba de visita Ángeles, una amiga de mi tía C la doctora, quien me llevaría con ella (cuentan en el hospital donde trabajaba que era una leyenda para diagnosticar apendicitis), como también me transportaría posterior a su diagnóstico para dejarme en urgencias por instrucciones de ella, en el seguro social. Precisamente me correspondía la misma unidad médica donde ella había trabajado por más de 20 años, creo que eso definitivamente influyó en que mi atención no fuera más lenta.
El proceso de ingresarme solamente en el área de urgencias tomó unas dos horas. Trámites y más de cincuenta personas entre pacientes, enfermeras y doctores en un área donde trabajan cuatro. A partir de ese momento, daba cuenta de mi estado y después de que me quejara de falta de atención, me comienzan a revisar en la camilla tres médicos especialistas dos horas después. Solamente al hacerme el movimiento reflejo de la pierna fue suficiente para confirmar que se trataba muy probablemente de apendicitis con grado de urgencia. Se me canalizó ahora si de inmediato sentado en una silla de ruedas, para después salir rumbo a los análisis de sangre, sacaron rayos X del abdomen donde se apreciaba una inflamación del colon, pero nada claro o con sobresaltos, no era mi turno decidir u opinar. Al final, la cirugía ya estaba programada, sería esa misma noche o madrugada, si no surgía alguna otra emergencia o complicación. No sé si debido al áurea del dolor que he adquirido no lo sentí tan intenso en la zona abdominal, era algo soportable o si lo hubiese disminuido con mi mente el efecto del dolor, después de tantos y de varios tipos de dolencias, experimentados previamente. No era una sensación insoportable lo que también puede ser paradójico en estos casos.
Al acercarse la hora de mi descenso a cirugía, como una hora previa, un enfermero llega para informar en el piso donde quedé instalado, que había surgido una emergencia con dos niños recién nacidos que requerían intervención inmediata, por lo que la mía del apéndice sería diferida hasta el día siguiente. En fin, aceptar las decisiones de los astros es más sano que preocuparse por el tiempo a pesar de la urgencia.
Temprano alrededor de las seis llegaron los camilleros y el anestesiólogo para prepararme a lo que venía. Con una facilidad que manejan a los enfermos que me sorprendió sinceramente, pero entiendo que nada más por la cantidad de veces que hace uno ese trabajo, como que se va perfeccionando.
Qué ironía de haberme preparado para estos momentos involuntariamente en las crisis anteriores.
Al realizar la auscultación se observaba que el apéndice se encontraba sumamente inflamado pero enroscado en la parte final del intestino. Imposible llevar a cabo la intervención por laparoscopía así que, abrieron a lo largo todo mi vientre.
La extracción fue un éxito, no fue necesario limpiar o lavar la masa intestinal ya que no había derrame de líquidos o sustancias en el vientre, lo que indicaba que se había actuado en tiempo y forma.
Mi periodo de recuperación tomó más de diez días y de regreso a mis labores sin pena ni gloria.
Probablemente lo que más me dolió en esos días fue no recibir ni un mensaje de texto de la negra de cumbres preguntando por mi salud, o de mi estado en general dadas las circunstancias.
Habría quedado totalmente borrado en su mente y cuerpo para ese entonces, y lo que le sigue. Nunca más he podido hablar o saber con esa candidez que mostraba cuando estaba de mí enamorada. La tristeza que me embargó fue mucho peor que muchos de los dolores físicos que alguna vez he experimentado, me explicaron que muchas veces esas sincronías dejan huellas imborrables en el alma, denominadas lazos kármicos imposibles de eliminar, hasta en tanto no cambie de vida o dimensión.
Así que, espero que en la otra vida volverás a sus brazos.
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