2ª parte
Otra manera de acercarse a la muerte es verla actuar. Apenas cuatro años tenía cumplidos cuando presencié el fallecimiento de mi tía Lucha, hermana de mi abuela paterna. Ahí en su propia cama frente a toda la familia. Yo me encontraba en una especie de solar o azotea, divertido con algún juguete hecho por mi tía Teresa, era costumbre de mi padre llevarme a visitar a los parientes que vivían en la ciudad de México, nosotros vivíamos en Cuernavaca.
Me dejaba dos o tres días en casa de la abuela Toña porque todos me consentían y me la pasaba jugando con los espléndidos aviones de papel que elaboraba mi tía Teresa, siempre había algo o alguien en esa casa con la cual divertirse. Por mí, no había problema alguno en pasarme algunas vacaciones allá.
Mi tía Tony sale corriendo y gritando al solar para decirle a la abuela que mi tía no puede respirar, que se está ahogando acostada en su cama, no se mueve. Todos entramos a ver qué pasaba, yo pude colarme hasta donde quedaba su rostro, la veía que había dejado de jadear. Una mirada fija en el techo, mi abuela sentada en la cama junto a ella que le decía: “¿¿qué tienes Lucha??, ¡Contéstame mujer, respira, respira!”
Pasaron veinte minutos y nadie había reparado que el niño seguía ahí, observando el drama de la muerte.
Una orden de la abuela con un grito: “¿Qué hace el niño aquí, por Dios? ¡Alguien lléveselo para otro lado, por piedad!”
Entendí que no era lugar para mí, aunque no había nada que hacer de ninguno otro. Salí detrás del pasillo y ahí me mantuve, escuchando lo que cada una tenía que decirle, hasta que la abuela salió y cruzó directamente a su cuarto. Ella pensó que sería mejor que yo la acompañara a buscar padre que viniera a darle los Santo Óleos, en vez de quedarme con la inquietud del cadáver, entonces a eso fuimos.
Como recuerdo de ese impacto emocional mantengo en la memoria, el rostro de la tía Lucha con la mirada en el infinito, angustia, agonía. O podría estar viendo a alguien que venía en su ayuda, ojalá, lo importante es evitar el sufrimiento que todos tendremos en menor o mayor medida.
Fin de la segunda parte.
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