“Quien hace lo que puede, hace más de lo que debe”. Proverbio charro
Siendo honesto contigo, lector, para esos momentos que vivimos en la historia que te cuento, estábamos casi al borde de una ruptura en la relación afable que debe de existir entre madre, hijo y nieta. Yo permanecí tres años viviendo en el cuarto de servicio del departamento de mi mamá en la Colonia Del Valle; un espacio de uno cincuenta por tres metros donde tenía mi cama, una alacena retráctil con mesa abatible -cuya base chocaba con la cama al utilizarla-, y que para comer o escribir había que doblar la cama, guardarla y desdoblar la silla plegadiza que me regalara ella también, unos meses antes. El espacio para recostarme era apenas de un catre que tenía la capacidad de cerrarse hacia el muro izquierdo viendo de frente. Una pequeña mesa con ruedas donde tenía la televisión en la esquina, mi ropa colgada en un polín de madera al final del área por encima de la posición de la cabeza; una cafetera eléctrica, cajones de plástico y repisas y algo de ropa interior, lo más elemental, vaya. Dicho sea de paso, por el momento eso tenía en mi guardarropa incluidos tres trajes de vestir, corbatas, dos chamarras.
Las madres son todo generosidad, no me queda la menor duda. Gracias a la mía pude sobrevivir durante esa etapa de ajuste al regresar de Veracruz. Mi casa estaba rentada por instrucciones de mi exesposa cuando decidimos divorciarnos, ella dejó una parte de su vida aquí para iniciar la nueva allá, a donde siempre quiso vivir, en Nueva York. Yo regresaba de un proyecto en el Puerto de Veracruz o Boca del Río, que me tomó un año de mi vida prácticamente. Fui enrolado en el asunto que menciono por conducto de mi padre, convencido que todo sería miel sobre hojuelas. La Asociación Mundial de Centros de Negocios tenía absoluta fe en los designios de la confederación a nivel América Latina. La oportunidad surgió durante una visita que hiciera mi santo padre a las instalaciones de la sede, en Boca del Río, representando a dicha asociación. El proyecto estaba conformado por una feria internacional de pequeña y mediana empresas de nuestro país y extranjeras, un ciclo de conferencias y salones de negocios para aquéllos que desearan concretar las oportunidades que serían únicas entre proveedores, distribuidores, compradores y visitantes de todas partes del mundo; mi padre fungía como el coordinador de la asociación mundial de comercio, para todo América Latina en ese entonces y pasaba mucho tiempo de su vida viajando a muchos lados del planeta. Sin embargo, un accidente que sufriera meses después, debilitó su posición dentro de esta organización. Se perdió el contacto amable del ingeniero bugambilias, le decía el gobernador del estado…. y el apoyo se disolvió en todo el mundo, por supuesto que yo también perdí su respaldo y sus consejos estando allá, aunque los verdaderos motivos del fracaso fueron la grilla y el amiguismo.
Todos en Veracruz se acordaban de mi padre como estandarte de las asociaciones de comercio global, pero el proyecto se veía poco probable. Nadie se arriesgaba a invertir en un asunto dirigido por ese gobierno tachado de corrupto; fueron muchos intereses mezclados en un fenómeno comercial los que también influyeron, como el hecho de que el presidente de la cámara de la transformación empresarial perteneciera a dos agrupaciones similares con intereses muy diversos. Si este proyecto comercial hubiera sido considerado durante la administración gubernamental anterior a ésa, no hubiera tenido el más mínimo problema. El gobernador en ese entonces era un reconocido empresario que había integrado al consejo nacional de turismo y su capacidad de promoción trascendió fronteras, estaba diseñando y dirigiendo eventos turísticos con mucho éxito, dentro de otros muchos negocios iniciados por él, que habrían dejado derramas económicas importantes en todo el país. Este sucesor en el gobierno pertenecía al mismo partido político, pero con el diez por ciento de popularidad que su antecesor entre los empresarios; él era más del pueblo, decía, con menor prestigio internacional y según dicen, asociado al narco; la ansiada feria sería un ensayo del nuevo gobernador quien no contaba con el apoyo del sector industrial en su totalidad; las cámaras no tenían un fin en común ni orientadas a trabajar por el estado, sino que actuaban de acuerdo a las instrucciones de un director y un consejo empresarial de lo más dicótomo, fragmentado. Las asociaciones regionales del estado más grande de la república mexicana, con un litoral de más del 30% del territorio nacional totalmente divididas, los sectores ganaderos, agricultores y pequeños empresarios viendo por su interés muy particular.
Como siempre intenté que el viaje fuera de lo más placentero posible sin considerarlo de vida o muerte, éxito o fracaso, más bien como proceso educativo y evolutivo y resalto, conocí a las mujeres más impresionantes del horizonte, entre otras bondades.
También estaban por otro lado, los protagonistas de este espectáculo cuyos rostros prefiero borrar de mi memoria. Uno de ellos era la secretaría de desarrollo económico y portuario, decían que contaba con el apoyo del mismo gobernador. Al secretario de esta dependencia, supuestamente director del proyecto, lo vi menos que al gobernador siendo uno de mis dos jefes. Aún más pero no por eso menos importante, un grupo de industriales que se pelean por el poder de la asociación que las representa. Fondos utilizados para promover actos personales ante otras agrupaciones solventadas con esos recursos por amor al arte.
El evento resultó ser un fracaso por malas decisiones de los dirigentes, quedó establecido que el manejo de las finanzas no fue el adecuado para el plan de negocios que se contempló, donde estuve considerado como director de operaciones desde el inicio, ya que durante la entrevista con el gobernador, había quedado claro que yo sería el operador y director del proyecto. Sin embargo el sector empresarial tenía otros planes para los fondos que financiarían dicho evento; todos los recursos para la infraestructura de la cumbre o casi todos, se destinaron al posicionamiento político del presidente de la CANACINTRA frente a otras organizaciones industriales del estado (a la fecha, existe mucha pugna por el control grupal veracruzano entre ellas envidias, intrigas, intereses económicos, de posicionamiento político), por el otro, el secretario de Desarrollo Económico promoviendo su trabajo para escalar posiciones.
La falta de coordinación, de honestidad, de intensión por buscar el éxito desnutrió las pocas posibilidades de éxito al conjunto de actividades dentro de la Cumbre Empresarial 2006 de orden mundial para la pequeña y mediana industria por carecer de fondos; se habían esfumado misteriosamente. Eso si, sendos eventos previos en los salones de conferencias del centro de exposiciones para mostrar o presumir sus avances salieron muy bien.
La vida en el puerto me hizo poner los pies en la tierra de nuevo, esperaba vivir en algún departamento cercano al centro de convenciones pero en realidad me la pasé viviendo en cuartos rentados en Boca Del Río. Asistía al Centro de Exposiciones en transporte público y regresaba al oscurecer; casi al final, encargándome ya únicamente de la promoción internacional regresaba a Boca del Río por la noche; a veces buscaba un lugar a donde comer en la zona de Fast-food de la plaza comercial anexa a las oficinas o dejaba de comer y llegaba a cenar a cualquier fonda a echarme algún antojo, una quesadilla o algún caldo, directamente.
Llegó un momento en que fuí relegado de la expo por oponerme al proceso de comercialización que los industriales querían imponer, sin saber acaso que se trataba de un evento “mundial” pero meramente político, donde el gobernador quería lucir como el director del concierto. Con la intervención de empresarios y gobierno, uno no puede confiar en que las cosas salgan bien, sobre todo en México.
El accidente de mi padre se agravó con el tiempo a pesar de varias operaciones a las que fue sometido para tratar de recuperar algo, un poco de fuerza en las piernas, movilidad, para volver a caminar. Todas fallidas. Sufrió un colapso estando en su casa y llevado al seguro social, pero ahí no cuentan con espacio, equipo ni personal suficiente para todos los enfermos que atienden. Estuve con él en ese lugar en varias ocasiones, me podía sentar en el escalón de la mesa para estar pendiente de sus peticiones.
Sin embargo, le ocurrió otro colapso mucho más grave unos meses después ya que su organismo no funcionaba nada bien. Yo aún estaba en Veracruz cuando me avisaron que era imperativa mi presencia en el Hospital de Nutrición. La feria había terminado sin pena ni gloria y yo sin trabajo, comenzaba a tener citas con empresarios e industriales locales que nunca estuvieron de acuerdo con las exigencias de los organizadores a participar. Solo empaqué unas cosas y regresé sin voltear atrás dejando conocidos y amistades que me apoyaron durante mi afortunada estancia.
Sería injusto decir que regresé derrotado, por el contrario. Viajaba lleno de felicidad por el retorno a mi familia, mi madre y mi hija de 14 años, en contraste de lo que ocurría con mi padre. Las altas expectativas creadas a raíz de un evento de tal magnitud solo pronosticaban el éxito y no me sería sencillo tolerar las recriminaciones del fracaso sin querer una explicación de lo ocurrido, donde uno no puede distinguir cuál es el más corrupto de ambos bandos.
Si mi madre y yo manteníamos algún tipo de comunicación eventual eran meramente esencial o indispensable, a veces nos hablábamos, otras simplemente nos mirábamos con gesto de resignación y agradecimiento. Pero no era obligación de ninguno dirigirnos la palabra a menos que fuera indispensable, debido a un altercado que tuvimos tiempo atrás por cualquier cosa, ya sabes cómo son las mamás. Mi hija estaba siendo educada en esa etapa de adolescente, por su abuela materna, que sería a fin de cuentas lo mejor que le hubiera podido pasar. Adquirió una cultura amplia y sólida, leía a Simone de Beauvoir, Sartre, Nietzsche entre muchos otros, asistía a conciertos de música clásica, galerías y exposiciones también, meditaban juntas algunas veces y se convirtió en su compañera indiscutible.
Yo conseguí trabajo a través de mi zahír para una escuela exclusiva de jóvenes judíos y pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo, salía de mi cueva a las 4:50 a.m. para alcanzar el transporte escolar dedicado a los maestros en una estación del Metro a cincuenta minutos de recorrido por el subterráneo. La entrada era a las 6:50 en una de las zonas más apartadas de la capital, arriba de las grandes mansiones de Las Lomas, una zona aún más exclusiva donde asentaba sus instalaciones. Ya he redactado en otro capítulo el suplicio del trayecto que muchos ciudadanos sufren a diario para llegar a sus trabajos en los desfiladeros.
Algunas cosas de la narrativa se pierden entre la confusión y los hechos descritos por los protagonistas cada uno con su versión. Fue un sábado a mediados del año porque recuerdo haber bajado a la casa antes del mediodía. No esperaba un saludo cordial de mi madre al abrir el elevador ni mucho menos, pero al encontrar esa actitud desorbitada de ella y la información que me da mi hija me pone en alerte máxima. En un papel de cuaderno me entregan un mensaje que leía: “Tienen secuestrada a Margarita mi tía, le llamaron a mi abi y le dijeron que la habían recogido del aeropuerto en una camioneta. Que si no les daba cien mil pesos la matarían”. No se me borra de la memoria la expresión de mi hija al decírmelo, toda angustiada y casi temblando. Qué decir de mi madre. Yo sentí un escalofrío que recorría mi cuerpo desde la nuca y por toda la espalda.
Ella traía el teléfono en la mano cuando entré a su departamento, caminaba de un lado al otro sin hacer caso de mi presencia al principio. Agitada y angustiada, buscaba documentos en su archivo frenéticamente sin detenerse a explicarme lo que estaba ocurriendo. También anotaba las indicaciones que le daba el “ingeniero” (así se hacía llamar el extorsionador) para realizar la entrega del dinero e intercambio de la rehén por el rescate en efectivo.
La siguiente instrucción que me hace entender mi madre era que había que salir en el auto hacia el centro de la ciudad, pero con destino final desconocido a entregar el dinero del rescate dentro del auto y dejar las llaves pegadas. Al entrar al elevador se pierde la señal y la llamada se acaba, procuro darle confianza y apoyarla sin lograrlo más que parcialmente; ella sube al auto y vuelve a sonar el teléfono con la misma persona diciendo groserías, insultando, amedrentándola con gritos y de cortarle un dedo a la secuestrada, vociferando, exaltado por faltar a sus instrucciones de no cortar la llamada, aunque eso había sido inevitable; solo percibía el dolor y miedo que mi madre mostraba con pena y tristeza.
Destaco aquí, que había sido una temporada frenética de extorsiones telefónicas por todos lados en nuestro país. Recordé que la paciencia en estos casos era fundamental, pero la involucrada no tenía esa información y se encontraba padeciendo cada palabra que escuchaba del famoso “ingeniero”. Su miedo y ansiedad se mostraban en cada acción que realizaba y por instrucciones de su interlocutor solo me pedía no intervenir de ninguna manera para no atentar contra la vida de mi hermana. La llamada continuaba con la consigna de “no colgar” el teléfono o se terminaría la negociación y por consiguiente matarían a mi hermana. Durante todo este tiempo mi hija se mantuvo pendiente de lo sucedido, logrando que su celular entrara en un par de ocasiones cuando se terminaba el crédito de la llamada con el extorsionador, siendo fundamentales para disminuir el daño que se avecinaba; Mi madre le daba instrucciones a ella para bloquear cuentas bancarias, tarjetas de crédito, inversiones, AMEX, ACTINVER y se mantenía al teléfono intentando enlazar con su abuela constantemente esperando la oportunidad de que ella se terminara su crédito. Ella bajaba del auto, entraba a una tienda de conveniencia y recargaba sus minutos para seguir de nuevo manejando hacia un destino aún no definido por su extorsionador.
Decido viajar con ella sin decir palabra (para no alertar al delincuente) siempre considerando que podría existir una salida venturosa por testimonios pasados de gente que lo hubiera sufrido, en algún momento del viaje o bien, avisarle a la policía lo que estaba ocurriendo en ese momento. Ella al volante, por los ejes viales que le ordenaban, se detiene brevemente en una farmacia a comprar una tarjeta de tiempo para su celular y poder mantener la conversación con el malvado sujeto que la acosaba mentalmente; siento gran pena al escribirlo porque no puedo imaginar la enorme angustia que sufrió ella con todo este capítulo nefasto que vivimos, en carne propia; también estaba mi hija en el departamento sin poder saber lo que pasaba terriblemente afectada. Yo intentaba encontrar en el trayecto alguna patrulla, policía o agente de tránsito al cual contarle lo que estábamos viviendo, sin embargo como sucede casi siempre, no había ninguno al cual explicarle nuestro problema. Seguíamos con el teléfono activo durante el trayecto y al llegar al centro ella tuvo la oportunidad de escribirme en una “nota de compra” su último deseo relacionado a la situación que nos aquejaba pidiéndome que me bajara del auto. Estábamos llegando a la torre Latinoamericana la cual había sido mencionada cono primer punto de encuentro con el extorsionador. Sin embargo, no sería ese el lugar a donde se haría el intercambio; como sucede en estos casos, el ingeniero le indica que continúe y que no se detenga por el Eje Central – pensamos que era debido a la gran cantidad de gente que se encontraba en la calle, miles de personas que disfrutaban el centro histórico como también mucha vigilancia en puntos estratégicos de esta zona.
Yo decido hacer mi movimiento en este lugar y desciendo del vehículo justo en el cruce de Madero y el Eje Central. Recuerdo haber subido a lo alto de una acera frente del Palacio de Correos donde busqué con denuedo algún indicio de policías que pudieran escucharme.
Finalmente, haciendo señas para que un agente me viera y me escuchara, pude contarle lo que estaba sucediendo. Yo había perdido la noción del camino que había tomado mi madre para encontrarse con el extorsionador, había desaparecido con rumbo desconocido.
Quise hacerme notar inmediatamente como una persona angustiada sin ser agresivo ni desesperado, puse en práctica unas habilidades mentales para provocar que se acercara a mí. Ahora reflexionando, entiendo que logré mi propósito sin perder el tiempo. El agente me atiende al momento que le hablo, escucha con atención a toda la historia que yo sabía; resuelve creerme primero y utilizar su radio después para comunicarles a sus superiores lo que acababa de escuchar. Una extorsión en proceso, un secuestro exprés y en una remota posibilidad, rescate de una señora mayor de 80 años que ni idea tenía de lo que estaba pasando, hasta donde yo podía saber de lo estresante de las circunstancias. Por la rapidez con la que se realiza el enlace policial, la comunicación fluye, mi solicitud era encaminada a la localización del auto, marca, año, color, con el número de placas 3WAZP y la historia que logré comunicar.
Espero haya quedado claro hasta este momento que se trataba de alguien que se pasaba de listo engañando a personas mayores. Mi hermana nunca estuvo en su custodia ni había viajado a visitarnos intempestivamente, ella vive en otro país donde solo por urgencia viajaría de esa manera, sin avisar el vuelo y la hora de su llegada, era totalmente inusual. Eso me quedaba claro a mí, no así a mi mamá quien en todo momento creyó que era verdad. Mi santa madre, seguro su alma trasciende a un plano de iluminación después de su fallecimiento. Para mi hija, el suceso la afectó gravemente impidiéndole después volver de manera cotidiana a sus estudios.
Mi mamá había puesto en la mesa de la negociación la “recompensa” que ella misma había ofrecido, una inversión en dólares, en esa época tenía y podría disponer de ella a través de un traspaso electrónico para el pago de la libertad de mi hermana. Eso que ascendía a doscientos mil dólares más dinero en efectivo – que al final supe que consistió en cinco mil pesos dentro la cajuela del auto. Eso más el auto, más el dinero en efectivo, un suculento botín.
Mi hija hizo su tarea llamando a la operadora de inversiones para bloquear la cuenta. Se encargó a su vez de llamarle a mi hermana y contarle lo que había sucedido aclarando Margarita, que nunca pensó en venir a México en estas fechas que tenía tanto trabajo y todo el protocolo previo de llamar para avisar.
Tanto mi madre como mi hija entraron en una especie de bloqueo físico y mental por muchos días, no querían saber nada de la vida ni salir de su recámara, ni ser vistas por nadie, a pesar de todo su entrenamiento budista, a esas edades las cosas son mucho más serias de lo que aparentan. La estabilidad emocional de ambas había sido devastada. La policía visitó el edificio solicitando el testimonio de mi madre para completar la denuncia dos días después del suceso. Cuando mi hija decidió regresar a la escuela, lo hacía acompañada de un par de amigos por el temor que ella tenía de que algo más pudiera pasar ni usar el transporte público como regularmente lo hacía por miedo; así fueron las siguientes dos semanas.
No recuerdo exactamente, pero me parece que, a las dos semanas posteriores, mi madre acepta tomar la primera llamada. Era la policía para reportar que el auto había sido localizado y recuperado, el cual estaba intacto (a excepción de la batería que había sido robada). Se encontraba en las oficinas de la Delegación Iztapalapa a donde fui por él, llevando la batería nueva y los documentos que avalaban la propiedad del vehículo.
Tristes recuerdos con un final medianamente feliz cuando viene a mi mente el tiempo que viví con ellas. Ahora tan lejos las dos, una dijo adiós a este mundo en julio de 2019 y mi hija voló a mejores condiciones para el país vecino; consiguió empleo, estudió en dos universidades dando asesorías a otros estudiantes que requieren del conocimiento esencial para acreditar sus materias, haciendo trabajo de agencia de viajes, elaborando ensayos para el periódico académico de sus materias, para su propia fortaleza y crecimiento profesional y personal. La admiro por su entereza y capacidad de adaptación. Seguro tiene un recuerdo amargo de esta aventura siniestra, aun así su carácter y entereza la llevarán muy lejos.
Eso recuerdo.
Créditos de la imagen principal: @Locamexnet