«Tú eres mi catedral, las demás son capillas». Proverbio charro.
Thanatology is the scientific study of death and the losses brought about as a result. It investigates the mechanisms and forensic aspects of death, such as bodily changes that accompany death and the postmortem period, as well as wider psychological and social aspects related to death. It is primarily an interdisciplinary study offered as a course of study at numerous colleges and universities.
Decidí estudiar Tanatología (2014), o comprender el proceso de la muerte, bajo cualesquiera de las circunstancias que esta apareciera; lo que le sucede al cuerpo y a la mente durante todo el proceso, añadiendo los pasos que se dan más allá de esta dimensión, a donde nos dirigimos energéticamente. Sería prudente mencionar que he trabajado en meditación durante más de 40 años lo que ayuda un poco con el tema. Esto debido a varios métodos y maestros que han aparecido en mi camino y debido también a mis propias experiencias con el proceso de fallecer. Cuando algún sobreviviente de un suceso cercano a la muerte, nos da testimonios de su experiencia y nos cuenta su historia, sea por la razón que fuere, se puede percibir una energía diferente en su mensaje y destacan por ser personas capaces de escuchar cuando otros les hablan…. Es un fenómeno de contacto entre los seres humanos, bastante normal aparentemente, pero nada real, los medios electrónicos de comunicación han convertido al mundo en una Torre de Babel con una velocidad de mil millonésimas fracciones por segundo. El tiempo es inexistente.
Desde el momento de mi nacimiento estuve en problemas, por más de 36 horas en el vientre de mi madre ya en trabajo de parto, sin lograr expulsarme; una auténtica hazaña para el año de 1956 cuando era impensable una cesárea para esos casos, no existía como tal; era necesario el uso de un fórceps para jalar, colocar mi cuerpo en la posición correcta y pudiera mi madre expulsarme (ya casi sin fuerzas) o que entre doctores y enfermeras jalaran de mí hacia afuera. Esto sucedía a las nueve de la noche del 13 de junio en 1956. Aunque el uso de Fórceps entraba a una fase de riesgo en cualquier caso para los doctores de esa mitad del siglo XX y se dejó de usar hace más de 40 años por ser más sencilla y más segura la cesárea.
Utilizando ese aparato metálico, el cuerpo del feto se giró y se ajustó en la posición prenatal de expulsión. Finalmente, “el niño” nació el día de San Antonio, patrono de la abuela Toña -por el lado de mi padre. Será gracias a él que todo salió bien, no lo sé, pero lo agradezco.
Mi infancia fue muy feliz, tuve que ir a socializar a muy temprana edad porque hablaba de todo y con perfecta sintáxis a los dos y tres años. Asistí al kinder de El Resurgimiento siendo el más precoz a los 4 y a los 5 me gradué, que para mitad del siglo XX era casi «abandono familiar». Sin embargo, tengo entendido -no puedo saberlo a ciencia cierta- que mi salud no fue lo más destacado de mi vida, enfermizo desde el año de haber llegado a este mundo. Padecía de las vías respiratorias continuamente con altísimas temperaturas en ocasiones, ahora recuerdo los baños de agua helada que se usaban para bajar la fiebre porque los medicamentos aleopáticos no surtían el efecto esperado.
Mi primera operación quirúrgica tuvo que será los escasos dos años y medio de “las anginas” (amígdalas) debido a mis constantes enfermedades de vías respiratorias. Hay que aceptarlo, la medicina estaba muy adelantada pero no tan especializada al nivel de ahora en muchas áreas. Parece que en varias de las veces con infección en las vías respiratorias tuve temperaturas superiores a los 40 grados que solo se me bajaban con diversos medicamentos que eliminara causas y la fiebre, con el uso de remedios caseros para abrir los bronquios y que pudiera respirar mejor, leche de cebolla, miel de abeja tibia con limón, ungüento de eucalipto, thé de boldo; todo tipo de recetas urbanas que me fueron administradas a fin de mejorar mi sistema inmunológico.
Existía una teoría entre el sector médico de la época, que eliminando las anginas de personas como yo que constantemente enfermaban de este tipo de infecciones, gripas, alergias, fiebres altísimas, esto era el remedio idóneo; con esto la salud mejoraba considerablemente y nada tendría que preocuparme en adelante de algún “chiflón” que me pasara por la espalda. De mi generación he sabido de muchos que tuvieron el mismo desenlace, fueron operados siendo niños, sin ningún efecto negativo posterior; hace poco consulté en un grupo de amigos que son de la misma generación confirmando que casi del 70% de ellos se las habían quitado siendo niños.
Jorge, mi abuelo materno, reconocido médico cardiólogo, estuvo presente cuando nací y en esa operación también, pues era una persona muy sabia, con experiencia en el sector salud por muchos años por lo que pudo estar presente durante la operación de su nieto el primogénito.
Sería un farsante si les contara detalladamente en este momento lo que recuerdo de esos instantes subsecuentes, ese no es mi estilo. Mi única imagen en lo más lejano de la memoria que tengo es a mi abuela paterna que extendía los brazos para cargarme en sus brazos al llegar a la habitación, pero con mi total displicencia y rechazo a su iniciativa lanzo un grito despavorido, como quien ve la energía maligna que la gente posee; expresado lo siguiente, no permito que me cargue y estallo en cólera. Las ligaduras de la sutura se rompen y comienza a fluir sangre en cantidades insospechadas rumbo a laringe, tráquea, pulmones. Mi corazón entra en colapso y comienza a dar tumbos hasta detenerse en algún momento.
Me cuentan, por no inventar nada de lo que aquí narro, lector, que mi abuela paterna se había opuesto -en sus inicios-, a que mi padre fuera novio de mi madre y consecuentemente, nada de matrimonio en el panorama de ambos. Sin embargo, mis padres decidieron unir sus caminos cuando supieron que ya mi madre estaba esperando un bebé, a este bebé. Es evidente que no fue del agrado de la familia de mi padre y surgieron mil y una intrigas al respecto, poniendo en un plano degradante a mi progenitora. Se decían muchas cosas en contra de la relación y eso fue lo que seguramente habré escuchado en algún momento de mi infancia; cómo supe o percibí esta intriga, no sé explicarlo. Eso fue lo que me hizo estallar en cólera. pero no era consciente.
Sufrí un paro respiratorio al salir de la operación, provocado por la ruptura de las suturas en la garganta debido a un grito ensordecedor que emití al ser recibido en los brazos de mi abuela paterna, algo que yo intuí malo o mezquino, no alcanzo a descifrar.
Fui revivido en la sala de cirugía lo más pronto que se pudo y aquí me tienen. Al estar mi abuelo Jorge presente, seguro intervino con su gran experiencia o contribuyó a que yo regresara, aunque a lo largo de mi vida mantuve un pequeño soplo en el corazón que mi madre nunca supo descifrar. Recuerdo cuando llegaba al pediatra y me escuchaban el corazón, decían, “se escucha un pequeño soplo en su corazón, aparentemente nada grave”.
Solo mi abuelo Jorge sabía esta historia que hasta mi adolescencia conocí.
Fin de la primera parte. Derechos reservados 2021 ®
2 comentarios
Increíble relato y conocimiento de tu persona . Estar en contacto con esos sentimientos y cosas de la infancia pir supuesto te hcen una persona muy empatica para la tanatologia. Te felicito
Nelly,
Gracias por tu concepto y por leerlo. Creo que una de mis habilidades es la capacidad de transmitir esas historias que podrían ser ficción pero que fueron reales.
Abrazo.