Continúa.
Tercer Sueño
El tercer sueño se dio varias semanas después. No son seriados o determinados por fracciones de tiempo sino que suceden de manera espontánea; no conozco aún a nadie que pueda fragmentar un sueño en varias etapas a su propia voluntad pero supongo que habrá alguien que sí logre tal hazaña.
Es extraño, pero al recordarlo, la piel se me crispa de nuevo, como si la experiencia que estoy describiendo regresara para recordarme una vez más, que no se trata de un sueño cualquiera, de algo imaginado o creado por mi subconsciente. Ahora que lo pienso, me recuerda la narración de los bardos, todos aquellos pasos de la vida después de la muerte que deben de superarse para trascender y ascender, según los tibetanos.
Al terminar de pasar por el primer salón, llego a un recibidor con escalera a un costado, ésta crece de mi lado derecho. Su apariencia es sólida y amplia, tal vez en extremo; percibo la frialdad del abandono. De madera gruesa con pasamanos de ambos lados, escalones recubiertos con alfombra azul profunda que se prolongan desde el piso, abierta en su inicio, con un par de curvas llegando al suelo.
Repentinamente, del fondo del lado izquierdo también y desde la completa oscuridad, surge una sombra que se desintegra conforme vuela por el techo del recibidor. Se fragmenta en mil pedazos que asemejan aves oscuras, pequeños cuervos o golondrinas, mientras se desplaza de abajo hacia arriba de mi cabeza y sube hasta el techo para re-configurarse una vez más en un espectro oscuro; trae una capa que le cubre su cabeza y el rostro, aunque se perciben un par de luces brillantes acechando cuando volteo a verla. Grita despavorida.
En realidad no tiene rostro, es solo el envoltorio de algún ánima que me intimida y me acecha. Tanto se acerca, que huyo por la escalera, trato de gritar sin poder lograrlo porque los sonidos no tienen vida en este sueño. Corro sin saber a dónde me dirijo y al llegar al descanso la escalera se divide en dos extremos y al calor de la adrenalina decido tomar hacia la izquierda nuevamente, siguiendo mis instintos naturales.
Estoy en una sección secreta de la casa. No es la planta alta sino más bien, un entrepiso que no se distingue desde la escalera. Este pasadizo corre a todo lo largo de la mansión entre ambos niveles, parece que se trata de un atajo para llegar al otro extremo. Podría pensar que se trata de un área de servicio donde solo los empleados deben de moverse para la atención de sus habitantes. El paso es angosto y con poca iluminación; a lo largo del trayecto que he andado no hay muebles, aunque posee puertas, entradas y salidas en ambos costados señaladas que permanecen cerradas. Así, evito de primera instancia al espectro de la muerte que me gritaba desde abajo desdoblándose en un millón de pequeñas aves negras que envuelven y abrazan, aunque tendré que sortear lo que por acá me encuentre; es como si yo pudiera construir un puente entre un extremo y el otro evitando el miedo de enfrentar a los demás que me esperan abajo y arriba, con toda seguridad. Si, de eso me siento seguro.
Retomo la consciencia de nuevo, estoy en mi recámara recostado, vivo. Intento guardar en la memoria lo que recuerdo.
Continúa.
1 comentario
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