Aprender con estos sabios ejercicios da un enorme placer interior.
A FAMOUS soldier came to the master Hakuin and asked: «Master,
tell me: is there really a heaven and a hell?»
«Who are you?» asked Hakuin.
«I am a soldier of the great Emperor’s personal guard.»
«Nonsense!» said Hakuin. «What kind of emperor would have you
around him? To me, you look like a beggar!» At this, the soldier
started to rattle his big sword in anger. «Oho!» said Hakuin. «So
you have a sword! I’ll wager it’s much too dull to cut my head
off!»
At this, the soldier could not hold himself back. He drew his sword
and threatened the master, who said: «Now you know half the
answer! You are opening the gates of hell!»
The soldier drew back, sheathed his sword, and bowed. «Now you
know the other half,» said the master. «You have opened the gates
of heaven.»
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THE STUDENT Doko came to a Zen master, and said: «I am seeking the truth. In what state of mind should I train myself, so as to find it?»
Said the master, «There is no mind, so you cannot put it in any
state. There is no truth, so you cannot train yourself for it.»
«If there is no mind to train, and no truth to find, why do you
have these monks gather before you every day to study Zen and
train themselves for this study?»
«But I haven’t an inch of room here,» said the master, so how
could the monks gather? I have no tongue, so how could I call them
together or teach them?»
«Oh, how can you lie like this?» asked Doko. «But if I have no
tongue to talk to others, how can I lie to you?» asked the master.
Then Doko said sadly, «I cannot follow you. I cannot understand
you.
«I cannot understand myself,» said the master.
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— En el lejano oriente había un sabio. Este hombre tenía la sabiduría en plenitud. Había dedicado toda su vida a tener esa sabiduría. Pero en el mismo lugar también había un niño. Este niño quería engañar al viejito sabio. Y para conseguirlo, tomaba diferentes objetos entre sus manitas, iba con el sabio y le decía: – A ver viejillo sabio, ¿qué tengo entre mis manos ?. El sabio con mucha paciencia le decía: – Sabes, tienes una piedrita roja. El niño comenzó a desesperarse porque cada vez que se presentaba con este sabio, le adivinaba las cosas que tenía entre las manos: – tienes una canica. – tienes una luciérnaga. – tienes una bolita blanca. Pero en una ocasión en que el niño salía de estar con el sabio pensó: Tengo que engañar a este sabio. Yo sé que no es sabio, pero, cómo le hago. ¡Ya se! buscaré un árbol y me subiré a él. Es lógico que en ese árbol encuentre un nido, pues bien, buscaré el nido. Obviamente en ese nido tendrá que haber pajaritos, pues bien, tomaré un pajarito entre mis manos e iré con el sabio y le preguntaré: A ver, viejillo sabio, ¿qué tengo entre mis manos?. Como el dice que es un sabio me dirá: tienes un pajarito. Entonces yo le preguntaré: ¿está vivo o está muerto? Si el me dice, está vivo, lo voy a comenzar a apretar hasta matarlo, abriré las manos y le diré, no mira está muerto. Pero si me dice, está muerto, entonces abro las manos y le digo, no mira está vivo. Ante estos pensamientos el niño se pone muy contento por poder engañar al sabio. Y cuando a los niños se les mete algo a la cabeza hasta no lograrlo, así es que el pequeño busca el árbol, encuentra el nido, también encuentra el pajarito lo toma entre su manos y…. – a ver viejillo sabio, ¿ qué es lo que tengo entre mis manos ?. El viejito le responde: – sabes, tienes un pajarito. El niño, se pone contento por ver que el plan va viento en popa. Y le dice: – es cierto. Yo sé que tú eres un sabio grande, que nada es imposible para ti. Que nadie en la tierra tiene esa sabiduría que sale por tus mismos poros, pero dime: – ¿está vivo o está muerto? El viejito sabio, conservando su serenidad, le dice: LA DECISIÓN ES TUYA.
Reflexionemos.